A mi gaviota la abandonaron recién nacida en en un mundo proliferado por incontables nidos de ratas. Donde la virtud consiste en suplir la falta de amor propio por egoísmo. La clase de egoísmo que caga, defeca, y caga intentos de vidas compartidas. Matrimonios supuestamente desinteresados. Un egoísmo que crece con cada embarazo mal planificado. Con cada suspiro al final del día a modo de prueba de haber resistido la descarada y angustiosa rutina. Esto último es en resumidas cuentas, la razón principal de porque sienten la necesidad de sentirse en compañía. Buscan por todos los medios un sentimiento de aprobación que “debería” garantizarles tranquilidad y prosperidad, aun cuando esto último no tiene mucho que ver con tranquilidad. Pues cada milagro mal ejecutado por Dios en la vida diaria es fácilmente llamado “Error humano”, luego la confusión se agudiza (“Errar es humano”) y cada quien vela por sí mismo. Como una especie de sutil “Vete al carajo”, te mienten con putas sonrisas forzadas, con “Que te vaya bien”, y bueno, casi siempre es culpa suya, casi, pues son humanos, son ratas, son mierda. Son espacios ocupados.

Todos esos despropósitos de vida, hacen que las enfermedades se dilaten muy rápidamente. Pues contaminan y se contaminan. Sin ninguna clase de consulta previa, absorbieron su mundo de forma muy irresponsable, para luego tener que justificarse de forma inútil con canciones pop y discursos lava cerebros. Juntos se suponía eran independientes, se suponía eran fuertes e invencibles. Pero nada de eso importo cuando su inconsistente sentimiento de patria los rebajo a simples ratas de laboratorio. Experimentos de ingenieros de un mundo intimo y compartido, al mismo tiempo que su fantasiosa ilusión de seguridad les drenaba sus pobres corazones occidentales de segunda.

Como imitaciones del basurero más grande del  mundo, cuestionaron a la sabia naturaleza la ingenuidad e idiotez de sus hijos. Como conchudamente se suele hacer cuando es hora de rendir cuentas. Fue entonces que muy maliciosamente hicieron de un valle lleno de inocencia, el desagüe de esa su admirada patria occidental. Malolientes todos esos conquistadores modernos, le extirparon su historia, sin anestesia y sin gota alguna de sudor a causa de alguna clase de remordimiento ficticio. Pues es inherente a su condición de turistas acomplejados. Ahora sin embargo, cuando todas las hipótesis parecen fallar, recuerdan a sus pequeñas ratas “accidentadas” como un vago moribundo lo hace al recordar a sus hijos abandonados.

Y es que es ahora cuando Sudamérica esta demasiada sucia como para volver a eyacular sobre ella. Está enferma y en estado terminal. Es sin duda la última advertencia. Es entonces que comienzan a comerse los unos a otros. Como fieles amantes de la “literatura” de magazine, hacen de sus asquerosas formas de vida una especie de reality ameno y nostálgico, para que todos esos idiotas con Facebook puedan seguir llenando sus inacabables egos con estúpidas muestras de satisfacción a modo de “Likes” o “Me gusta”. Deciden entonces que es hora de sacar la basura a la calle es hora de politizar la educación con mucho mas optimismo, solo que ahora nos haremos notar. Pues nos llevaremos el crédito. Es hora de joder por el culo a todos esos hippies electrónicos con autenticas crisis y ausencia de verdadera amistad. Después de todo es la única forma de excomulgar a todos esos “fieles” sin que se inquieten si quiera. Pues ya están acostumbrados a que hagan de sus autoestimas lo que cualquiera en su sano juicio haría. Tirarla a la basura.

Es ahí donde nacen las últimas oportunidades con el único fin de ser oportunidades desperdiciadas. En la unidad familiar. Pues con el tiempo y con la ayuda de idiotas ideas de patria, a modo de bombardeo “cultural” y eternamente “mediático“ lograremos que se coman su propia mierda sin que algún pendejo pueda si quiera gritar Gol!! al final de la derrota de su selección. Y es que cada familia tiene sus propios problemas, y francamente no hay tiempo ni ganas para afrontar más dramas personales o sociales. Aunque claro siempre existen los “buenos sentimientos” que serán obviamente compartidos como siempre ha sido. También podríamos hacer una pausa en el desayuno para enfrentar las tragicomedias del día, que la inquisidora televisión escupe sobre nuestros calóricos y nutritivos desayunos. Y por supuesto que también podríamos dar las gracias correspondientes como la gente decente y tercermundista que somos, y que orgullosamente celebramos en con cada fiestas patrias.

Pues somos gente con virtudes, con orgullo, y entre otras cosas con huevos. Gente preparada, aunque irremediablemente hambrientas llegado el medio día. Listos para condimentar los menús de clase trabajadora, que saludablemente nos tragamos, con chisme y con cada dosis de telebasura diurna. Para luego al anochecer, prepáranos para cenar en familia, y entretenidos con el promocionado reality del día, que por supuesto es nuestra nueva religión. Aunque claro que luego a todos se nos suelta el estomago. Pero poco importa. Pues están acostumbrados. Acostumbrados a revolcarnos en diarrea autocomplaciente. Y es que lo necesitamos como nación. Para seguir adelante. Al menos eso nos dicen.

Mientras innumerables ratas pequeñas salen por las noches a la búsqueda de algún hueco de más basura que no esté ocupado, para ocuparlo, y poder así tener un espacio al cual llamar hogar. El conserje nacionalista sigue alimentando su idea de progreso con metamorfosis y demás desvaríos íntegramente superficiales. Pues todos somos católicos y estamos contentos con el actual modo de pederastia que impera en esos “chongos” viejos llamados parroquias o sanatorios, o lo que sea. Y es que ya sabemos dar las gracias al “Padre nuestro que estás en los cielos…” y por eso es que no vamos a cambiar. Pues nos da demasiada flojera – solo – la idea de reivindicarnos con nuestra menospreciada y violada historia. En definitiva, es más fácil dejar todo tal como está, pues no vaya a ser que nos encontremos con nosotros mismos de una forma mucho más profunda de la que nuestra propia condición de parásitos modernos nos permita procesar.

Pero nada de esto importa realmente. Ya que el amor por el prójimo es compartido siempre con cada “Buenos días”…e incluso se siente hasta en el aire, pues podemos llegar a saborear cada pequeña particularidad. Aunque sepa a smog y a pescado podrido, nos gusta. Y no dejes que los estereotipos para con esos santificados olores, engañen tu delicado olfato. Pues al final todo ese asco nos ha sido útil de alguna forma. Ahora somos zombies con olfatos inmunes al maloliente olor del pescado podrido. Todo un clásico, eso de tener habilidades escandalosamente inútiles. Pero no importa pues sabemos que siempre habrá alguien allí que nos dirá que hacer y como dejarnos joder. Ves que todo es fácil cuando se sabe colaborar.

Pero es que cuando de hacerse un camino “propio” se trataba, mi gaviota no pudo saber interpretar lo que ese tremendo enunciado significaba. Pues nunca nadie antes le había dicho lo altamente peligroso que era para su integridad personal y social el coger un libro, y peor aún, encariñarse con uno, pues luego se hace un habito. Bueno, ella nunca supo discernir las advertencias. Y no es que importase el nombre del autor necesariamente. El libro (Su hijo) es lo que les producía temor. Triste fue cuando se entero.

Tampoco le habían informado correctamente sobre cuál era el método más eficaz de tomarse las pastillitas, que le soltaban a diario en la escuela todos esos estropajos de maestros, sin tener aquel efecto secundario. El de vomitar ideas propias. Eso de llegar a tener sus pensamientos sobre ruedas y sin frenos, a ellos no les gusto. Pues sería y fue considerada una clase de intrépida temeraria, para luego ser etiquetada como paria. Y es que era realmente bullicioso. Una mujer adquiriendo conocimientos sin ningún sentimiento de culpa por ello, andaba suelta por las calles. Era obvio que sus antecesoras estaban ya bajo tierra. Además comenzaba a notarlo, por como la miraban aquellos buitres después de cada tertulia después de la universidad – o formalmente casa de estudios –  y entre otras cosas. De ese modo solo lograría que la separasen. Que era a su vez, la clase de suicidio definitivo, al menos era así donde ella vivía. (Ratas) Pues nunca lograría encajar y eso era peor que no tener amigos de verdad. Pues así era como se les declaraban todos los frentes a su alrededor. Con mucha agresividad.

Lo peor de todo es que sabía disfrutar de su soledad, y era muy sublime verle apreciar el silencio con sus dedos entre gimoteos y sueños apocalípticos. Así como toda mujer genuina sabe hacerlo sin necesidad de un consolador humano en la cartera o en la cama, o en lo que sea.  Pero no se trataba de ser autentica. Ya que los vampiros nunca tienen buenas intenciones. Sería tonto declararse culpable. De lo que se trataba era de huir.

Pero todos sus intentos nunca importarían si ella no pudiese realizar algo autentico en su totalidad. Al menos para ella. Pues se lo debía como ultima cuota de dolor antes de caer en irreversible contaminación. Lo primero que se le ocurría era lograr sobrevivir. Lo segundo sin duda era lograr poder dormir sin tener las esas recurrentes pesadillas, que el claustrofóbico sentimiento de sociedad, lograse capturarla en alguno de sus deprimentes estados de ánimo. Producto de toda esa abundancia de hipocresía de su entorno, e incluso más allá. Pues después de sus cuatro paredes solo había enemistad. Pura maldad. Y aun así, con toda esa desconfianza en sus hábitos y acciones, resulto inevitable que alguien le arrancara las alas a mi gaviota.

Culpaba a ese intento de podrido encariñamiento – lo llaman amor – y a su mala fortuna, todas sus falencias, todas sus limitaciones. Cuando la verdadera razón de su infelicidad era la de depositar su confianza en alguien que no era ella. Eso es muy común. Hasta se hace que  películas enteras giren alrededor de ese estúpido eje de confianza. Tanto así que ya no da gracia.

Y es que toda esa mescolanza de sentimientos colisionados en su interior término por aturdir exageradamente la visión de aquella mi terca y cariñosa gaviota mestiza. Pues finalmente se estrello en una clase de gelatinosa masa azucarada que ellos le llamaban estabilidad. Y luego murió.

La descuartizaron en pedacitos. Entre sesiones supuestamente terapéuticas y drogas políticamente consentidas. A modo de correcto homicidio. No importo de todas formas, pues nadie la lloro, e inevitablemente se olvido. Muy rápido y fugaz. Como sus convicciones y debilidades.

Sin embargo aun existe, como un tibio recuerdo, y como un breve pero intenso sueño perdido en el sobreviviente subconsciente colectivo de sus victimarios. Abogando por una urgente extinción.

Milagros mal intencionados

Blur – Country House

Una canción que como que quiere y como que no. Ya sabes. Desilusionar.

Abajo, una imagen de Fight Club. Norton abrazando su infelicidad.

Yo tambien me odio…